viernes, 15 de marzo de 2013

54. No me besés



--No hay nada de mágico en estar enamorado. Sucede a menudo y la mayoría solemos reincidir en ello. Claro que están los amores de toda la vida y pues, da vergüenza, a su lado, comentar tales recaídas. Pero son los menos. En general el amor tiene un plazo de vencimiento y sólo por artes de brujería puede extenderse.-- Le advertí-- Estela, por ejemplo, sostiene que su roscón de reyes es la causa de sus diez años de matrimonio. Yo sospecho más de sus madrugones de café doble preparándole el desayuno a Gustavo antes del trabajo. Pero ¿cómo contradecirla?  Por eso es mejor si no me besás. Porque si no empezará a terminar esto que tenemos. Mejor si nos aferramos a esta cotidianidad sin hechizos. Porque después de un beso todo cambia.
Luciano hizo un gesto con su dedo índice en mis labios. Quizá pidió que me callara.
-- No me besés—supliqué pero él no me hizo caso. 
Fue un beso dulce e intenso, inolvidable...
Ahora él es una criatura horrible en una caja de zapatos. ¿Murciélago o vampiro? Nunca entendí la diferencia. Como sea, creo que lo mejor será que esta vez Estela me ayude en la disección, así cuanto antes lo coloco con los demás incrédulos y termino con este asunto desagradable.

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